EL JARDÍN
Por: Rodrigo C. Achata
En el mundo existen miles de personas haciendo miles de cosas en este momento
Escribí esto cuando mi corazón se hundió en un mar de fracasos, pero no te equivoques al leerlo, no solo pones el corazón en una mujer…sino también en los sueños.
Cuando publiqué mi primera novela sentía una gran decepción, porque a nadie le gustaba. Mi libro era un atleta mudo y sin una pierna (no lector, todavía no arquees la ceja), era un atleta que deseaba correr pero como era cojo le era difícil y como era mudo no sabía como decir “¡Hey! quiero correr”, eso no le impedía soñar que ganaba una medalla de oro.
Después de un día agotador y lleno de decepción me fui a casa caminando, caminar me ayudaba a olvidar todo lo malo. Cuando llegué a casa todo lo malo regresó.
Estela era el nombre de mi amada, y la veía cada noche sentada en el sofá en espera de mi llegada.
<¿Cómo le diré que he fracasado hoy también?.>
Bueno.
Mi novela no fue leída ni por mi familia. Estala sí lo había leído.
Una vez mi profesor de literatura me dio el consejo más útil para la carrera de un escritor:
“Para escribir tienes que ser sincero”.
“¿Cómo puedo saber si estoy siendo sinceró?” Le pregunté.
“Escribe para una sola persona, para un alguien que te haga sentir especial”.
Ese alguien era Estela, mi Estela, mi primera lectora. Era mi Lisa Gherardini que me hacia sentir Leonardo Da Vinci con un lienzo de papel y un pincel en forma de pluma apunto de dibujar una obra maestra o en mi caso escribir.
Ella me miró con aquellos ojos adornados por las pestañas más largas y hermosas que he visto, sonreía y se le formaban unos hoyitos en sus mejillas.
“¿Cómo te fue hoy?” Me preguntó.
“Bien, hoy me fue bien”.
Mentí porque si decía lo contrario la pondría en ridículo <tienes un hombre inútil a tu lado, debiste haberle hecho caso a tu madre y vivir con ingeniero o un abogado>. Tenia miedo, todos me decían “fracasado”, pero era la voz de Estela la que podía penetrarme el cráneo como una bala y dejarme tendido en el suelo para siempre.
“Me han llamado los del editorial” Dijo ella.
De repente mi corazón se golpeó frenéticamente contra mi pecho. <se ha enterado>.
“Que bien, ¿y qué te han dicho?” Pregunté con indiferencia, o eso intente aparentar.
“Tu novela, dicen que no renovaran tu contrato”.
Su respuesta me cayó como un balde de agua.
“¿Cómo no lo lograste?” Inquirió ella.
Su pregunta sopló un aire gélido a mi cuerpo mojado. Le he defraudado, lo sabía, sabía que sucedería esto. No podre comprarte una casa, un auto, perfumes y esas cosas que desea una mujer.
“Dicen que decirle; jardín trasero a Sudamérica es menos preciarte” Prosiguió ella.
En mi novela los países sudamericanos eran retratados como personajes -como niños para ser precisos- que jugaban en una vecindad entre peleas y reconciliaciones. Hace mucho un político dijo que América del Sur era el patio trasero del mundo, fue ofensivo y repudiado por muchas personas, hasta yo me sentí ofendido, pero ingenuamente yo quería retratar que los niños podían jugar mejor en un patio trasero…graso error.
“No lo entendieron, era un sarcasmo”.
“¿Para ofender a quien?”.
Me molesté y deje de mirarle. Estela era una mujer tramposa, sabía que cuando le veía a los ojos no podía discutirle nada, por eso cuando me ve parpadea más lento.
“¡No entiendes, no entiendes nada!” Grité .
Corrí frustrado hasta el patio trasero de la casa. Mierda, tenia que ser el patio trasero. Me jalé los cabellos y patee la pared patéticamente, me hubiera gustado que la pared sintiera dolor y me rogara que me detenga, pero el único que sentía dolor en los frágiles dedos de los pues era yo.
Lloré. No sabia si mis lagrimas eran porque mi novela era un asco o porque he puesto en ridículo a Estela.
Estela tiene un hombre fracasado a su lado.
Mi mente gritaba su nombre con tanta fuerza que parecía que mi cerebro explotaría. Estela apareció detrás mío como si hubiera escuchado mi llamado.
“Adelante, dime que no merezco estar triste” Le reté, “Dime que no es la primera vez que te pongo en ridículo”.
Ella sonrió como burlándose de mi, por supuesto no iba a permitirlo, y estaba apunto de lanzarle palabras groseras. Estela puso un dedo entre mis labios antes de que pueda decirle algo.
“Shhhh”
Le obedecí.
“Mira” Señaló el jardín.
Yo volteé a ver su jardín -aunque era nuestra casa, el jardín le pertenecía, porque ella lo mantenía colorido con sus bellas flores plantadas en todo los alrededores-, me quedé mirando por un buen rato, flores rojas, violetas y blancas, un pedacito de paraíso ante mis ojos.
“Es hermoso ¿no?” Dijo ella mientras ponía sus manos detrás de su espalda.
“Lo es, todo lo que haces es hermoso”
“No es tan hermoso” puso un dedo sobre su frente y ladeo la cabeza y luego sus labios “creo que le falta algo”
“¿Bromeas?, es perfecto” Repliqué.
“Así como crees que todo lo que yo hago es perfecto a pesar de no serlo, creo de ti, lo que haces es perfecto”.
“¿Haz escuchado lo que dicen los críticos de mi novela?, es un pisapapeles más. No tienes porque intentar hacerme sentir bien”.
“A mí me gusta lo que dices del jardín trasero. La parte más hermosa de una casa es su jardín porque esta lleno de vida y colores”
Mi corazón dio un saltó de alegría, no lo hubiera podido decir mejor…mi Estela no era escritora pero tenia un dominio de las palabras excelentes. Me volví a sentir algo triste eso no quitaba que la novela que había escrito para ella ahora era un fracaso.
“Perdón por haberte escrito algo que esta lleno de malas criticas” Me disculpé, tenia que hacerlo.
Ella rió.
“Oye, hay escritores que viajan por el mundo en busca de inspiración. Tú me dices siempre que soy yo tu inspiración, y me siento dichosa cada día. Mi hombre es un escritor y yo soy su musa”
Esa noche fue demasiado buena.
“Gracias por todo lo que haces por mi, gracias por hacerme sentir una mujer incomparable” Me abrazó y escondió su rostro en mi pecho. “Me gusta nuestro jardín trasero, nuestro jardín secreto, donde haríamos el amor sin que nadie se enteré…solo tú y yo”.
Estela era mi primera lectora y el motivo por el que escribo.
Mi novela resultó ser un éxito después de todo, porque le había gustado a quien debía gustarle.
Estela sello sus palabras en mi alma con un beso en los labios, el más dulce que jamás me dio.
Aquella noche, en medio de ese abrazo mi corazón le dijo:
Gracias por no decir lo contrario, ahora amo nuestro jardín trasero, nuestro jardín secreto.
Amá lo que haces.
2 comentarios:
Ohh que lindo...muy interesante :D
Súper hermoso! No he leído un relato corto que se pueda comparar con éste, felicidades, eres un gran escritor.
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